jueves, 2 de marzo de 2017

Segunda Tópica:


Posteriormente, hacia 1920, Freud describe el aparato psíquico mediante tres estructuras: el Yo, el Ello y el Superyó. Estas estructuras representan respectivamente más o menos a los impulsos, a la orientación hacia la realidad y a la orientación hacia los valores morales.

El Ello (Id): representa el sustrato biológico hereditario del ser humano. Es la parte más primitiva y profunda del aparato psíquico. No puede ser observada en sí misma, pero se deduce que se compone de los rasgos hereditarios, las pulsiones sexuales y agresivas, además de los recuerdos y deseos reprimidos en la historia personal del sujeto. Representaría nuestra naturaleza propiamente animal. En su funcionamiento, el Ello busca la descarga de la excitación, la tensión o la energía. Se rige por el principio de placer. 

El Superyó (Super-Ego): Representa el aspecto moral de nuestro comportamiento (normas e ideales morales) y aspira a ejercer un control sobre el Yo, al modo como las normas morales aspiran a controlar el comportamiento. Su origen se remonta a la superación del Complejo de Edipo, cuando el niño interioriza las normas que el padre le transmite.
El Superyó equivale a una especie de moral arcaica que resulta de la interiorización de las prohibiciones familiares y sociales adquiridas desde nuestra infancia. Representa pautas ideales de conducta y prohibiciones o exigencias socioculturales. Su misión fundamental es presionar al Yo, señalándole cómo debería comportarse en cada momento, pero también generándole sentimientos de culpa cuando incumple sus exigencias.

El Yo (Ego): Es la instancia que media entre el Ello y la realidad exterior. Su función es básicamente reguladora, buscando satisfacer los deseos del Ello en la medida que dicha satisfacción no provoque conflictos en el sistema de creencias del individuo. El Yo se rige por el principio de realidad.
El Yo representa lo que podríamos llamar la razón o reflexión, mientras que el Ello representa las pasiones. La actividad consciente es ejecutada por el Yo (percepción, procesos intelectuales, etc.) y también la preconsciente (actualizar los aprendizajes o las evocaciones del pasado no reprimido mediante la memoria). En sus últimos escritos, Freud asigna también una función inconsciente al Yo: la de los mecanismos de defensa que impiden la frustración del sujeto, reduciendo la tensión creada por los impulsos no satisfechos del Ello. 


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