jueves, 2 de marzo de 2017

Principales postulados

Primera tópica

La teoría topográfica nos habla de tres ámbitos de lo mental, el inconsciente, el preconsciente y el consciente. En esta perspectiva, la vida psíquica de una persona se concibe como un flujo de energía psíquica que, procedente del inconsciente, y en especial de las pulsiones sexuales (libido) y de las de auto conservación, pugna por convertirse en consciente.

Con el término conciencia designamos una facultad o función psíquica que nos permite el conocimiento del mundo exterior y de nosotros mismos. Las facultades mayormente involucradas en la conciencia son la percepción (estímulos del mundo exterior e interior), la atención (selección de ciertos estímulos entre todos los que llegan simultáneamente al cerebro en un instante concreto) y la memoria (recuperación de recuerdos y aprendizajes anteriores que se asocian a la estimulación de ese momento). También forman parte de la conciencia los procesos intelectuales superiores como el pensamiento, el razonamiento, etc., y ciertos fenómenos relacionados con la vida afectiva y la motivación. Gracias a la conciencia, el individuo percibe y reflexiona con claridad sobre el mundo externo e interno, es decir, sobre la realidad inmediata. Este nivel psíquico se rige por el principio de realidad.

 El preconsciente está constituido por pensamientos, recuerdos y aprendizajes de los que no somos del todo conscientes, pero podemos hacerlos conscientes a voluntad. Para Freud, una de las funciones de preconsciente consiste en adaptar los impulsos sexuales y agresivos a las exigencias que la realidad y los valores morales imponen al individuo.

El inconsciente está formado por todas aquellas pulsiones, deseos y sucesos olvidados que permanecen fuera de la conciencia a causa de la represión. Lo inconsciente pugna por emerger a la conciencia, pero la censura evita su actualización. Según Freud, estos contenidos amenazan la integridad psíquica del sujeto, porque le provocan angustia o sentimiento de culpa. Sin embargo, cuando la conciencia disminuye su vigilia (sueños, fantasías, libre asociación de recuerdos...), el inconsciente aflora, aunque distorsionado bajo la forma de imágenes oníricas, actos fallidos o imaginaciones fantasiosas. Para comprender qué nos quiere decir, hay que interpretarlo.


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