Principales postulados
Primera tópica
La teoría topográfica nos habla de tres ámbitos de lo
mental, el inconsciente, el preconsciente y el
consciente. En esta perspectiva, la vida psíquica de
una persona se concibe como un flujo de energía
psíquica que, procedente del inconsciente, y en
especial de las pulsiones sexuales (libido) y de las de
auto conservación, pugna por convertirse en
consciente.
Con el término conciencia designamos una facultad o función psíquica que nos
permite el conocimiento del mundo exterior y de nosotros mismos. Las
facultades mayormente involucradas en la conciencia son la percepción
(estímulos del mundo exterior e interior), la atención (selección de ciertos
estímulos entre todos los que llegan simultáneamente al cerebro en un instante
concreto) y la memoria (recuperación de recuerdos y aprendizajes anteriores
que se asocian a la estimulación de ese momento).
También forman parte de la conciencia los procesos intelectuales superiores
como el pensamiento, el razonamiento, etc., y ciertos fenómenos relacionados
con la vida afectiva y la motivación. Gracias a la conciencia, el individuo
percibe y reflexiona con claridad sobre el mundo externo e interno, es decir,
sobre la realidad inmediata. Este nivel psíquico se rige por el principio de
realidad.
El preconsciente está constituido por pensamientos, recuerdos y aprendizajes
de los que no somos del todo conscientes, pero podemos hacerlos conscientes
a voluntad. Para Freud, una de las funciones de preconsciente consiste en
adaptar los impulsos sexuales y agresivos a las exigencias que la realidad y los
valores morales imponen al individuo.
El inconsciente está formado por todas aquellas pulsiones, deseos y sucesos
olvidados que permanecen fuera de la conciencia a causa de la represión. Lo
inconsciente pugna por emerger a la conciencia, pero la censura evita su
actualización. Según Freud, estos contenidos amenazan la integridad psíquica
del sujeto, porque le provocan angustia o sentimiento de culpa. Sin embargo,
cuando la conciencia disminuye su vigilia (sueños, fantasías, libre asociación de
recuerdos...), el inconsciente aflora, aunque distorsionado bajo la forma de
imágenes oníricas, actos fallidos o imaginaciones fantasiosas. Para comprender
qué nos quiere decir, hay que interpretarlo.
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